Cocinar, lavar ropa, atender a los niños, ordenar los muebles de una sala
o cuidar las plantas de un jardín, entre otras tareas domésticas, son algunas de
las actividades del universo femenino que la visión del hombre suele concebir como
repetición estéril y, en el ámbito social, de poco interés. Sin embargo, es precisamente este mundo el que Maria Lúcia
Dal Farra (São Paulo, 1944) se ha propuesto explorar en su poesía. “Me interesa
todo aquello que no tiene importancia canónica y nunca fue elevado a objeto de atención
poética”, ha opinado la poeta en una ocasión al comentar sobre el ‘aura mediocre’
con el que se suele ver la cultura femenina. Dal Farra convierte los objectos de
la casa y quehaceres diarios para convertirlos en momentos propicios para la creación
y descubrir las relaciones que se encuentran en ellos, pues no solo los evoca sino
que los posee por medio de una “domesticación” o “colonización” de la sensibilidad
femenina. Esto es lo que se puede observar en el poema “Parca doméstica”, que aparece
en Libro de auras:
Las telas de la toalla de croché
fabulan
en el centro de la mesa
para la aparición del objeto aprehendido:
el jarro y su flor.
Toda la sala se arma en torno
de ese pequeño descubrimiento.
Las maderas gimen
en el parentesco vegetal de la
belleza urdida.
El armario arriesga a dibujar
(desde el tronco)
una rama que los enlace
en tanto que los cristales mal
se sostienen de éxtasis.
La araña preside todo
(invisible).
Las toallas de croché, el jarro y la flor nos remiten
– no es difícil advertirlo — a la delicadeza y a la destreza pertenecientes al mundo
de la mujer. Junto con la mesa, los muebles
y los cristales, forman una primera urdimbre, un entramado que obedece a una relación
plástica entre estos silentes cuerpos de lo femenino. Sin embargo, el poema no solo se detiene en estos elementos
– no se pretende aquí capturar su sustancia secreta y perdida — sino en las correspondencias
internas que poco a poco se descubren entre ellos. El verso “el jarro y su flor”, que se encuentra visiblemente separado de las
otras estrofas y en el centro del texto, es una analogía del croché, que tiene tanto
tramas (lo escrito) como espacios vacíos (lo silenciado) y que, a su vez, concentra
la trama de lazos que subyace en la escena: “Toda la sala se arma en torno/ de ese
pequeño descubrimiento”. Con aguda percepción, el poema que aparentemente se dedicaba
solo a describir los objetos de lo femenino termina por revelar el íntimo vínculo
que la mujer logra plasmar en ellos. El crochet, el jarro, la flor, la mesa y el armario participan en conjunto
y, por medio del elemento vegetal – hilo y madera — envuelven la sala bajo la presencia
de la araña, la tejedora invisible.
Si echamos una mirada a las publicaciones de poesía de
Dal Farra, podríamos pensar que su ingreso a las letras es tardío. Libro de auras apareció cuando tenía cincuenta
años, Libro de poseídos ocho años después
(2002) y su penúltimo libro, Alumbramientos,
en el 2011. No obstante, esto es solo uno de
los lados de su persona literaria, en la que también podemos encontrar a una investigadora
y crítica literaria especializada en varios poetas de Portugal. Ha escrito libros sobre la obra poética de Fernando Pessoa,
Florbela Espanca, Herberto Helder, con lo que ha conocido de cerca el proceso de
la poesía en lengua portuguesa, y ha escrito innumerables artículos sobre literatura
brasileña. Su trayectoria académica es igual
de significativa. Doctora por la Universidad de Sao Paulo y con posdoctorados en
la Universidad de Lisboa y la Escuela de Altos Estudios de París, ha sido profesora
en las universidades de Sao Paulo, Campinas y Berkeley, y actualmente es catedrática
de la Universidad de Sergipe e investigadora del Consejo Nacional de Investigación
de Brasil. Todo ello no le impidió publicar su poesía en diversas revistas y publicaciones
desde muy joven, incursionar en la crónica literaria mediante con el libro Inquilina del intervalo (2005) y ser galardonada
con el Premio Jabuti en el año 2012 por el libro Alumbramientos, distintivo otorgado por la Cámara Brasileña del Libro.
Nacida en el distrito paulista de Botucatu e hija de un inmigrante italiano, desde
su niñez quiso dedicarse a la música porque su padre tocaba la zanfona italiana,
especie de acordeón cuya ejecución había aprendido de sus padres y abuelos. A los veinte años obtiene la licenciatura en piano por
la Facultad de Música de su
ciudad, estudia canto lírico y tiene oportunidad de frecuentar a grandes ejecutantes europeos y brasileros de los años sesenta – su constante actividad la lleva a escribir la letra del himno de esta facultad junto con el Maestro Miguel Izzo —. Sin embargo, la necesidad de elegir entre la música y la literatura, su otra gran inclinación, le exige abandonar la carrera de piano y dedicar más tiempo a la poesía y a los estudios literarios. Esto no significará el fin de su relación con esta pasión. Dos discos de interpretación lírica – uno de ellos es el registro de las composiciones inéditas del compositor brasileño Angelino de Oliveira, el autor de Tristeza do Jeca— forman su acervo en este campo.
ciudad, estudia canto lírico y tiene oportunidad de frecuentar a grandes ejecutantes europeos y brasileros de los años sesenta – su constante actividad la lleva a escribir la letra del himno de esta facultad junto con el Maestro Miguel Izzo —. Sin embargo, la necesidad de elegir entre la música y la literatura, su otra gran inclinación, le exige abandonar la carrera de piano y dedicar más tiempo a la poesía y a los estudios literarios. Esto no significará el fin de su relación con esta pasión. Dos discos de interpretación lírica – uno de ellos es el registro de las composiciones inéditas del compositor brasileño Angelino de Oliveira, el autor de Tristeza do Jeca— forman su acervo en este campo.
Los tres libros de poesía publicados por Maria Lúcia
Dal Farra están compuestos por una gran cantidad de poemas, resultado del tiempo
que le dedica a cada uno de ellos y del proyecto estético que siempre ha querido
mantener en ellos: el de fundar una poética femenina. El orden de la sala, la preparación
de un pastel o una simple merienda son motivos para revelar ese espacio de costumbres
y experiencias que pasan de generación en generación y que a veces contienen – unas
más, otras menos — las alegrías o los dramas que viven las madres, amas, empleadas,
mujeres adolescentes y niñas. En algunos poemas, la visión de
la flor solitaria de la alcachofa o la preparación de un pastel pueden convertirse
en la metáfora de la soledad de una mujer; en otros, las costumbres culinarias son
los “recuerdos del futuro”, en tanto que las recetas de cocina permiten esa convergencia
entre los saberes del pasado y la idea del futuro. No se deja de lado, tampoco,
esa estrecha relación entre cuerpo y naturaleza, tan cara a Dal Farra, como se ve
en el poema “Vestido nocturno”, del libro Alumbramientos:
La luna llena coloca adornos
en el vestido de satén negro
que la noche porta en mi cuerpo.
Si ella se esconde
con ella oculta
el pico de mi seno,
que salta cada vez que la masa
de nubes
lo acaricia.
El vestido y la noche se convierten en una sola entidad
y el cuerpo establece una relación íntima con la luna. Estas alusiones celestes,
tan recurrentes en la poesía modernista – muy estimada por la poeta — le otorgan
al poema esa luminosidad erótica que el cuerpo femenino reclama para sí. Considerado
uno de los bastiones del feminismo, el tópico erótico en la mujer se presenta así
de modo renovado, pues ya no se remite a esa entrega al hombre convencionalmente
atribuida a la mujer ni a la idealización del amado, sino al deseo – sin culpas
ni remordimientos — de llevar la experiencia sexual al límite. Los poemas en los
que las frutas
pasan a simbolizar el cuerpo femenino – de los que hay muchos en la poesía de Dal Farra — remiten a la memoria sensorial de la mujer por medio del olor, el tacto, el gusto y la mirada: “Ah, surcar la carne tierna con el arado de los dientes/ dejando que en ellos se enrosquen los cabellos/ que la fruta/ (afligida)/ no puede contener ante el torbellino de los sentidos”, se dice en un poema titulado “Mango”. El “torbellino de sentidos” nos remite al placer amatorio que disfruta la mujer, pues dis-frutar significa gozar del producto de algo. Pero en el contexto de nuestra poeta – que nunca pierde de vista la mirada femenina — y en el segundo sentido etimológico de esta palabra –disfrutar, extraer los resultados de un trabajo — también puede significar haber conseguido un espacio más en la reivindicación del universo sexual de la mujer.
pasan a simbolizar el cuerpo femenino – de los que hay muchos en la poesía de Dal Farra — remiten a la memoria sensorial de la mujer por medio del olor, el tacto, el gusto y la mirada: “Ah, surcar la carne tierna con el arado de los dientes/ dejando que en ellos se enrosquen los cabellos/ que la fruta/ (afligida)/ no puede contener ante el torbellino de los sentidos”, se dice en un poema titulado “Mango”. El “torbellino de sentidos” nos remite al placer amatorio que disfruta la mujer, pues dis-frutar significa gozar del producto de algo. Pero en el contexto de nuestra poeta – que nunca pierde de vista la mirada femenina — y en el segundo sentido etimológico de esta palabra –disfrutar, extraer los resultados de un trabajo — también puede significar haber conseguido un espacio más en la reivindicación del universo sexual de la mujer.
No obstante, Dal Farra también busca establecer contacto
con la tradición cultural que la precede. Una gran cantidad de poemas dialogan con
la obra de renombrados poetas de la tradición brasileña como Jorge de Lima y Cecilia
Meireles, la tradición portuguesa en las figuras de Herberto Helder y Florbela Espanca
– importante poeta de comienzos de siglo XX a la que la poeta ha dedicado gran parte
de su obra crítica — y algunos de los referentes
más recientes de la literatura femenina brasileña como Adélia Prado y Gilka Machado
y la angoleña Paula Tavares. Sin embargo, esta rica y variada
herencia poética que se hace presente en su obra no recarga el verso. La palabra de Dal Farra – que los invoca por medio de
epígrafes, reelaboraciones formales o nuevas variaciones sobre temas ya tratados
en los libros de estos importantes escritores — les brinda su frescura y vitalidad,
como también sucede cuando los poemas que se inspiran en las pinturas de Klimt,
Dalí y Van Gogh.
Los poemas reunidos en este volumen son una muestra de
la obra más reciente de Maria Lúcia Dal Farra, pues recoge los poemas del libro
Alumbramientos (2011). Son, también, una invitación a acercarse a ese vínculo con
esas experiencias que, si bien a veces mudas o invisibles, trazan la dinámica interior
de la naturaleza humana en el mundo.
*****
MARIO GRANDA (Peru). Escritor e conferencista. Este texto
foi publicado na abertura do volume bilíngue Maria Lúcia Dal Farra, Poemas, da coleção “50 Anos del Centro Cultural
Brasil-Peru”, pela Embaixada do Brasil no Peru, em 2013, constante de 32 volumes
de poetas contemporâneos, incluídos Ferreira Gullar, Murilo Mendes, Lêdo Ivo, Jorge
de Lima, Mário Quintana, João Cabral de Melo Neto, Cassiano Ricardo, Mário Faustino,
Ângela Alvim, Cecília Meireles, Manuel Bandeira, Mário de Andrade, Oswald de Andrade,
Cassiano Ricardo, Joaquim Cardoso, Carlos Drummond de Andrade, Vinicius de Moraes,
Francisco Alvim, Zuca Sardan, Péricles Eugênio da Silva Ramos, além de outros.
*****
Agulha
Revista de Cultura
Número
114 | Junho de 2018
editor
geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor
assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo
& design | FLORIANO MARTINS
revisão
de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe
de tradução
ALLAN
VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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